5 claves para hablar bien en público

Os propongo cinco claves: despertar capacidades innatas, aprender a vestir las ideas, aprender a pensar, desarrollar otros niveles de conciencia y la importancia del silencio.

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Juan Manuel de Faramiñán Gilbert

Si crees que hablar en público es solo emitir sonidos mas o menos ordenados ante un auditorio, estás frustrando el verdadero arte de la oratoria.

 

La palabra es una de las más importantes cualidades de los seres humanos que no tienen el resto de las especies animales y como tal deberíamos valorarla de manera muy particular.

 

La expresión oral, pero también la escrita, es el resultado de la inteligencia que sin lugar a dudas es una de las grandes capacidades de las que se ha dotado a la humanidad.

El homo sapiens tiene una deuda con su propio destino, cuando en algún momento de su desarrollo pudo alcanzar la fuerza del pensamiento y aprender a expresarlo por medio de palabras y signos.

 

Por todo ello y en base a la experiencia de enseñar oratoria durante muchos años he llegado a la conclusión de que hablar bien en público implica una serie de factores y claves que por regla general no se tienen en cuenta.

Por tanto, os propongo cinco claves: despertar capacidades innatas, aprender a vestir las ideas, aprender a pensar, desarrollar otros niveles de conciencia y la importancia del silencio.

 

Pues, confío que ellas te ayuden a reflexionar y a sondear en tu cerebro los recursos de los pensamientos bien alimentados por la inteligencia. 



¿Para qué sirve la oratoria?  Para despertar capacidades innatas

 

El arte de la oratoria debería servir para despertar en cada individuo las capacidades innatas, que forman parte de su propia naturaleza, pero que las circunstancias, el medio, las inhibiciones, los complejos no dejan aflorar. Se trata de un ejercicio de mayéutica y, por tanto, de desarrollar, a través del esfuerzo de la manifestación verbal, ordenada y bien estructurada, las cualidades de expresión y de comunicación que poseemos, sin excepción, todos los seres humanos.


Para aprender a vestir las ideas

 

Las ideas nacen desnudas en nuestro cerebro y las vestimos con las palabras.

 

De este modo se humaniza la idea, porque se le ha dado figura, color y calor. Pero, para ello se deberán tener presentes ciertas combinaciones.

 

En primer lugar, que debemos saber a quiénes vamos a transmitir una idea. Pues, esta clarificación del auditorio puede ayudarnos utilizar determinados esquemas, organizando las ideas, de tal modo que logremos captar la atención de los oyentes y que el mensaje que queremos transmitir les llegue.

 

En segundo lugar, tengamos en cuenta que el término “mensaje” viene del verbo latino “mittere” que significa enviar. Es decir, que cuando enviamos un mensaje lo estamos haciendo a través de un signo, que encierra la idea, y de una señal con la que emitimos verbalmente esa idea. Por lo tanto, el signo deberá ser decodificado por el auditorio y con la señal verbal le estamos generando el estímulo para que se anime a decodificarlo en su propio cerebro.


Con la oratoria aprendemos a pensar.

 

Las llamadas técnicas de la oratoria se deberían fundamentar en el “aprender a pensar”.

 

Carece de sentido enseñar simplemente a emitir sonidos, más o menos elaborados o bellos, si no hemos logrado, con antelación, aprender a pensar con rigor y elaborada estructura, pues pensar es el acto más sublime de la naturaleza humana y lamentablemente en nuestros sistemas didácticos, parece cobrar más valor la “palabra hablada” que la “palabra pensada”.

 

Podemos formular discursos que tengan una bella dicción, pero sin contenido y que no dejan de ser más que un cúmulo de “palabras habladas”, pero la “palabra pensada” requiere de una reflexión previa, de un análisis interior que logre transmitir “ideas”.


Desarrollar otros niveles de conciencia

 

A través del diálogo existe entre el orador y el auditorio, surge la posibilidad de transformación de los niveles de nuestra conciencia tanto a nivel individual como colectivo.

 

Y es importante que ambas transformaciones tengan lugar al mismo tiempo porque una depende de la otra. Resulta, por tanto, esencial el desarrollo de la capacidad de comunicarnos y de la capacidad de dialogar, de la capacidad, en suma, de participar en la comunicación con los demás. Pues, de este modo, todos crecemos.


La importancia del silencio

 

¿En la oratoria todo es palabra?

 

No, no todo es palabra, pues los silencios son como la argamasa de las palabras que dan la solidez de las frases. En la oratoria los silencios son tanto o más importantes que las palabras. No sólo por aquello de que quien sabe callar sabe escuchar, sino porque en el desarrollo de un discurso, en los intervalos del mismo, con la sístole y la diástole del verbo, se estructura la armonía de las frases orales.

 

Cuando hablamos de la importancia de los silencios en la oratoria parecería que nos estamos enfrentando a una contradicción, pero lo que estamos proponiendo es un ejercicio de oxímoron, es decir una especie de contradictio in terminis que nos va a ayudar a comprender mejor la fuerza de las palabras. 

 

Pensemos en figuras literarias tales como agridulce, calma tensa, muerto viviente, pequeño gran hombre o festina lente (apresúrate lentamente), pues de este modo con el juego de los opuestos llegamos a comprender mejor el sentido necesario de equilibrar los contrapuestos.

 

A través de estas cinco claves confío en haber despertado en ti en interés por cuidar las relaciones humanas a través de la palabra bien ordenada y sobre todo generar en ti en interés por la búsqueda de tus cualidades y de tu autoconocimiento. 

 

Nosce Te Ipsum como diría el frontispicio del Templo de Apolo en el Oráculo de Delfos. 

¡Conócete a ti mismo!

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JUAN MANUEL DE FARAMIÑÁN GILBERT

Director de Universitas Estudios Generales.

 
 

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