Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya, de Bernini
Se trata de una obra temprana de Bernini, en la que posiblemente intervino como consejero y colaborador, su padre, de quien heredó el oficio de escultor. Sin embargo en ella se manifiesta el talento del joven Bernini, que al comenzar a tallar el enorme bloque de mármol de Carrara contaba con apenas veinte años. Fue encargada por el cardenal Scipione Caffarelli Borghese.
Hugo Ferreira Quirós
En un reciente viaje a Italia, me aventuré a visitar un lugar no programado apriori pero que resultó ser una parada indispensable para aquellos que apreciamos la magnificencia artística de los maestros: la Galería Borghese en Roma. Allí se atesora un puñado de obras maestras del gran artista barroco Gian Lorenzo Bernini, entre las cuales descubrimos hoy el conjunto escultórico “Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya” (1618-19).
Se trata de una obra temprana de Bernini, en la que posiblemente intervino como consejero y colaborador, su padre, de quien heredó el oficio de escultor. Sin embargo en ella se manifiesta el talento del joven Bernini, que al comenzar a tallar el enorme bloque de mármol de Carrara contaba con apenas veinte años. Fue encargada por el cardenal Scipione Caffarelli Borghese.
La escultura da vida a la narrativa del poeta romano Virgilio en “La Eneida”, describiendo cómo el héroe Eneas, luego de participar valerosamente en la defensa de Troya frente al asedio de los aqueos, huye en la noche de la ciudad caída, llevando consigo solo lo esencial: a Anquises, su anciano padre en hombros, seguido de su pequeño hijo Ascanio, aunque sin poder salvar a su esposa Creusa, hija del rey troyano Príamo.
Según algunas versiones del mito, Anquises, era un simple pastor del que se enamoró Afrodita/Venus, la que tomando una apariencia mortal sedujo a éste y de dicha unión nacería Eneas, siendo su naturaleza semi divina. Al mirar directamente a los ojos de la diosa, Anquises quedó maravillado pero el efecto de esa admiración devino en la pérdida de su virilidad, no pudiendo amar a mortal alguna desde entonces.
En la presente obra, Anquises porta lo más sagrado de su estirpe: los dioses Lares y Penates. Éstos eran deidades domésticas y genios protectores del hogar de un clan. En el Imperio Romano se consideraban sagrados a sus antepasados, le rendían culto y los elevaban a una categoría divina. Proteger a los Lares y a los Penates era muy importante para la ventura familiar. Esto connotaba un amor por la tradición y por aquellos predecesores que habían forjado a la familia. Teniendo en cuenta que la misma diosa de la belleza había estado relacionada con la ventura del clan, conservar a toda costa a los Lares y a los Penates era de imperiosa necesidad. Quiere Virgilio que tras su huida, el héroe troyano Eneas arribe a la Península Itálica para que su estirpe sea la simiente del linaje romano, un mito muy apreciado por los habitantes de las doce colinas del Lacio, ya que se consideraba a este escape como el punto de partida para el nacimiento de Roma, de cuya descendencia nacerían Rómulo y Remo.
La obra se presenta retorcida en espiral, concepto manierista de la escultura post renacentista. Eneas está dotado de un dinamismo peculiar, donde la figura de Ascanio, el hijo de Eneas, juega un papel importante en la estabilidad de la composición.
La habilidad de Bernini para plasmar la proporción humana y capturar la suavidad de la piel, así como sugerir los nervios y músculos humanos, revela su genio artístico. El rostro de Eneas sugiere desasosiego y tristeza por la pérdida, con una visión nublada y sin rumbo aparente, mientras que su padre Anquises eleva la mirada con esperanza hacia el nuevo horizonte, confiando en la protección divina y en un futuro promisorio.
Gian Lorenzo Bernini, magistralmente, representa en este grupo escultórico el pasado, el presente y el futuro de un clan que desembocará en el pináculo civilizatorio de Occidente.*
HUGO FERREIRA QUIRÓS
Arquitecto
Colaborador activo del Instituto Internacional de Arquitectura y Artes Plásticas Fidias.
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