La carga teórica de los hechos empíricos

La carga teórica de los hechos empíricos es una idea en filosofía de la ciencia que sugiere que nuestras observaciones y experimentos están influenciados por las teorías y conocimientos previos que tenemos. Es decir, los hechos empíricos, que son observaciones directas del mundo, no son completamente neutrales; están “cargados” por las teorías y conceptos que los científicos ya tienen en mente.

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Sara Ortíz Rous

Un ejemplo casi trivial lo tenemos en la astronomía y la teoría heliocéntrica: En la época de Ptolomeo, se creía que la Tierra era el centro del universo. Las observaciones astronómicas (movimientos de los planetas, del sol y la luna) se interpretaban bajo esta teoría geocéntrica. Con la teoría heliocéntrica de Copérnico, que propone que el Sol está en el centro del sistema solar, las mismas observaciones astronómicas comenzaron a ser vistas de manera diferente. Lo que antes parecía ser evidencia de un universo geocéntrico, se interpretó luego como apoyo al modelo heliocéntrico. Los hechos empíricos (movimientos de los planetas) estaban influidos por la teoría que los científicos tenían en mente.

 

No podemos perder de vista que los empiristas proponen que los datos de la experiencia fenoménica construyen nuestro conocimiento, y aunque esto ha sido abandonado por múltiples problemas, sigue estando en la imagen de la ciencia popular y aún en ambientes universitarios, puesto que las diferentes carreras científicas se han convertido en tecnocráticas y auspiciadas por el paradigma fisicalista.

 

Recordemos que la diferencia entre términos observacionales y teóricos surgió por la necesidad de dar una base neutra que permitiera contrastar las teorías con los datos que provenían de la experimentación y observación de manera que la teoría no fuera auto justificativa.

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Uno de los problemas que destacó esta situación ocurrió cuando para la obtención de los datos o la observación de los fenómenos fue necesario un adiestramiento o una conceptualización teórica. Por ejemplo, en la percepción visual, desde la visión a ojo desnudo podemos ir ampliando nuestro campo de visión con lentes, prismáticos, telescopio óptico, de radio; y podemos ir disminuyendo el campo de visión, con mucho detalle, con una lupa, un microscopio óptico, un microscopio electrónico, y aún el rastro que dejan las partículas subatómicas en una cámara de niebla. Hay un continuo que comienza con observaciones sensoriales directas y pasa a métodos complejos e indirectos. La línea de separación es arbitraria, y además observar con la vista incluso con un microscopio o prismáticos es fácil, pero ya se necesita más destreza y conocimiento si lo que queremos ver es a través de un telescopio o un microscopio electrónico, y el caso límite está en la interpretación de lo que se ve en una cámara de niebla. No ven lo mismo un profano que un físico teórico.

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Cuando aparecieron los planteamientos de la Gestalt acerca de la percepción y el contexto (ejemplo: en función de cómo observemos el siguiente dibujo podemos ver una liebre si es mirando hacia la derecha o un ave que está mirando hacia la izquierda), se entendió psicológica y epistemológicamente que no es lo mismo lo que ven un físico y un profano en una cámara de niebla. Ni tampoco era lo mismo lo que veían Johannes Kepler (1571-1630) y Tycho Brahe (1546-1601) al mirar el sol: uno veía un astro estático y el otro un astro móvil.

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Pierre Duhem (1861-1916) rechazó que la observación esté libre de conceptualización teórica. También Otto Neurath (1882-1945) y Karl Popper (1902-1994) expresaron de forma explícita el componente teórico de la base empírica de contrastación, y fueron los que lo llamaron la carga teórica de los hechos. Al contrastar una teoría se tienen en cuenta los supuestos auxiliares, las condiciones iniciales, y un conocimiento de fondo, que son las teorías altamente corroboradas y que no entran en juego en la contrastación por decisión de la comunidad científica. No necesariamente se es consciente de la aceptación de estas teorías. Siempre que una teoría se somete a contrastación hay que detenerse en algún enunciado básico que decidimos aceptar, es la carga teórica de los hechos.

 

Estos planteamientos llevan a la conclusión que no es verdad que los hechos están disponibles para interpretar, al revés hay hechos que solo salen a la luz cuando se plantean teorías alternativas a las usuales, podríamos decir que “vemos solo lo que creemos posible”.

 

Paul Feyerabend (1924-1994), un filósofo de la ciencia conocido por sus ideas provocadoras, plantea una controversia interesante en torno al caso de Galileo Galilei (1564-1642) y su uso del telescopio para refutar la cosmología aristotélica. Feyerabend argumenta que cuando Galileo introdujo el telescopio, y con él nuevas observaciones astronómicas que apoyaban el sistema copernicano, los aristotélicos de la época no aceptaron inmediatamente estos nuevos datos. La controversia surge porque, según Feyerabend, “los aristotélicos no tenían razones para aceptar la evidencia presentada por Galileo” a través del telescopio, ya que sus concepciones filosóficas y científicas sobre la naturaleza eran muy diferentes. Dudaron del telescopio como un instrumento poco fiable, ya que no había pruebas contundentes de que lo que se observaba a través de él fuera una representación fiel de la realidad. Para ellos, los sentidos eran la fuente principal de conocimiento, y el telescopio, al modificar la percepción directa, introducía dudas sobre la validez de lo observado. Feyerabend argumenta que lo que Galileo estaba proponiendo no era solo un nuevo conjunto de hechos, sino un nuevo paradigma para entender la naturaleza, uno que los aristotélicos no estaban dispuestos a aceptar fácilmente porque requería abandonar muchas de sus creencias fundamentales.

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Karl Popper (1902-1994)

De una forma mucho más elegante y completa lo expresó Thomas Kuhn (1922-1996): “Personas que comparten paradigmas diferentes viven en mundos diferentes”. Los defensores de teorías diferentes viven en mundos experienciales diferentes.

También tenemos ejemplos de este tema en la arqueología, por ejemplo, la interpretación de los jeroglíficos egipcios antes y después de la traducción de la Piedra de Rosetta por Jean-François Champollion (1790-1832) marcó un cambio radical en la comprensión de la civilización egipcia antigua. Antes de que Champollion descifrara la Piedra de Rosetta en 1822, los jeroglíficos egipcios eran un misterio, pero aun así se leían y se interpretaba como representaciones pictóricas o místicas. Muchos estudiosos creían que los jeroglíficos no eran un lenguaje escrito en el sentido literal, sino símbolos con significados religiosos o místicos. Durante la Edad Media y el Renacimiento, los jeroglíficos fueron interpretados como símbolos de ideas, como Athanasius Kircher en el siglo XVII. La traducción de la Piedra de Rosetta por Jean-François Champollion fue un logro monumental que revolucionó el campo de la egiptología. La Piedra de Rosetta, descubierta en 1799, contenía un decreto escrito en tres lenguas: jeroglíficos, escritura demótica (una forma cursiva de escritura egipcia), y griego. Al comparar el texto griego, que podía leerse, Champollion demostró que los jeroglíficos no eran meros símbolos pictóricos o místicos, sino una combinación de símbolos fonéticos (que representaban sonidos) y logogramas (que representaban palabras o ideas completas). Champollion también identificó la conexión entre los jeroglíficos y el idioma copto, que era la forma sobreviviente del antiguo egipcio en la liturgia cristiana copta. Este conocimiento del copto permitió a Champollion interpretar con mayor precisión el significado de los símbolos.

 

Pero quizás uno de los casos que me parecen más significativos es la interpretación de la radiación de fondo que fue una de las predicciones confirmatorias de la teoría del Big Bang. En 1965 Arno Penzias (1933-2024) i Robert Wilson (1936-) intentaban detectar la radiación de microondas del halo de gas que envuelve nuestra galaxia, pero escuchaban un ruido difuso y débil desde todas direcciones, y buscaron su origen en fuentes terrestres, en la instrumentación, blindaron cables, envolvieron las juntas de los instrumentos, fueron muy cuidadosos, se subieron a las antenas para limpiar el “inmundo material dieléctrico blanco” (eufemísticamente los excrementos de las aves), pero no había manera de eliminar ese ruido molesto. Ninguna interpretación hicieron sobre el tema hasta que conocieron a los físicos teóricos Peebles (1935-) y Dicke (1916-1997), que hablaban de la radiación cósmica de fondo que tenía que encontrarse en todas direcciones para que el modelo del big bang fuera correcto. Y se dieron cuenta de que habían encontrado esa radiación de fondo confirmatoria del Big Bang de forma totalmente involuntaria. Y confirmando el carácter materialista de nuestra cultura oficial, el premio Nobel fue para los que encontraron la radiación y no para los físicos que la habían hecho la predicción.

Bibliografía

  • Díez, J. A. y Moulines, C.U. (2010). Fundamentos de Filosofía de la Ciencia. Editorial Ariel. Barcelona.
  • Torreti, Roberto F (2013). El método axiomático. pp. 89-110 Moulines C.U. (ed.) La ciencia. Estructura y desarrollo. Editorial Trotta. Madrid.
  • Estany, Anna (2006). Introducción a la filosofía de la ciencia. Editorial Universidad Autónoma de Barcelona, Servei de publicacions. Bellaterra
  • Feyerabend, P. (2014). Contra el método: Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Ediciones Trotta.

SARA ORTIZ ROUS

Ingeniera, profesora y conferenciante

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