Teoría de la traducción: ¿Es algo práctico?

Podría decirse que el principal valor de la teoría de la traducción es que obliga al traductor a reflexionar sobre cuál sería la traducción más adecuada de una palabra o frase.

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JULIAN SCOTT

Antes de los años 60, la teoría de la traducción apenas existía y podía resumirse en un par de frases. Los traductores solían hablar de las belles infidèles (bellezas infieles), refiriéndose a dos extremos en traducción: las que son fieles al original pero feas en traducción; y las que son bellas como traducciones pero traicionan al original. De ahí tomaron su ideal de una buena traducción: una que sea a la vez precisa y elegante. 

 

Hoy en día, la teoría de la traducción se ha convertido en una disciplina académica muy amplia y muy técnica, que toma gran parte de su terminología del campo de la lingüística.  Abundan términos como “cohesión léxica”, “elipsis”, “hipónimos” y “domesticación”. Esta “tecnificación” de la traducción quizá forme parte de un fenómeno más amplio de “racionalización” que puede observarse en las empresas y el gobierno: la tendencia a analizarlo todo en un intento de lograr que los procesos sean supuestamente más eficaces. La teoría tiene sus enemigos, sobre todo entre algunos traductores en actividad, que la consideran con un escepticismo que raya en el desprecio.

 

Podría decirse que el principal valor de la teoría de la traducción es que obliga al traductor a reflexionar sobre cuál sería la traducción más adecuada de una palabra o frase. Se anima al traductor a pensar en la intención del texto (¿tiene un carácter meramente informativo o persuasivo?) y en quiénes son sus destinatarios (profanos o profesionales). 

 

Una consideración importante es lo que se denomina “registro”. Una sentencia judicial, por ejemplo, tendría un registro alto, mientras que una carta personal escrita por una persona inculta tendría un registro bajo. Pero, ¿es lo mismo el registro de una sentencia judicial española que el de una sentencia dictada por un tribunal inglés? De hecho, la sentencia española es de un registro aún más alto (hasta el punto de ser deliberadamente incomprensible en ocasiones), mientras que las sentencias jurídicas inglesas pueden incluir pasajes escritos en un estilo casi coloquial. Esto debe tenerlo en cuenta el traductor.

 

Luego tenemos el concepto de “equivalencia”. Al investigar términos, el traductor puede encontrarse con un término que parece ser equivalente a un término inglés, pero que en realidad puede no serlo, o puede ser “sensible al contexto”. Por ejemplo, mientras que el término Force Majeure tiene un significado exactamente equivalente al español Fuerza Mayor, el término español Jurisprudencia suele significar case law en inglés, en lugar de Jurisprudence, aunque este último es posible en determinados contextos. 

 

Así, mediante el estudio de la teoría de la traducción, los traductores adquieren el útil hábito de investigar los términos de forma muy rigurosa y poder justificar sus decisiones ante sí mismos y, en caso necesario, ante sus clientes.

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JULIAN SCOTT

Miembro del Institute of Translation and Interpeting
 
 

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