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La Economía global en el tercer milenio
Desde la economía clásica a la economía del bien común
Con esta metáfora, E. Noëlle-Neuman describe los procesos de formación de la Opinión Pública
En nuestras sociedades modernas, la expresión Opinión Pública aparece con frecuencia en los medios de comunicación. No se trata de un concepto moderno, pues Aristóteles ya comenta que “un rey que pierde el apoyo de su pueblo deja de ser rey” y encontramos menciones en los clásicos, como Cicerón, sobre la “publicam opinionem” por no hablar del dictum romano “Vox populi, voz Dei”, que se popularizó en la época de la Ilustración. John Locke distinguía entre Ley Divina, que establece las normas de moralidad, Ley civil, según la cual se considera que las acciones son o no criminales y la Ley de la opinión y reputación, en la que nos apoyamos para hablar de virtud o vicio y la relacionaba con la moralidad pública, como si hubiese un consenso (que Rousseau llamaría “Contrato Social”) sobre lo que es correcto, los valores compartidos por los miembros de una sociedad.
Desde esas tempranas reflexiones, parece que el ejercicio del poder está en relación con los diferentes climas de opinión que se producen en las sociedades, en cuya formación intervienen de manera muy influyente los medios de comunicación. A esto podemos añadir la consideración de que en nuestras sociedades democráticas se suele identificar la opinión pública con las opiniones de la mayoría, pues son las mayorías las que permiten el acceso al poder en este tipo de sociedades.
Pero sabemos que la opinión pública modifica sus apreciaciones y cambia de rumbo con el impulso de las nuevas modas, usos y costumbres y también, por qué negarlo, a medida que se producen incidentes que impactan de manera definitiva y obligan a introducir nuevas perspectivas que conducen a propuestas diferentes. En el fondo de estos procesos se encuentra la dinámica que nos caracteriza como seres sociales, necesitados de experimentar el sentimiento de pertenencia y compartir con los demás, no solo bienes, sino también ideas y conceptos.
Esa dinámica social fue investigada a fondo por la socióloga alemana Elizabeth Noëlle-Neuman (1916-2010) quien denominó su teoría como “La Espiral del Silencio”, inspirándose en Alexis de Tocqueville (1805-1859), político e historiador francés quien utiliza la frase por primera vez, para ilustrar su opinión de que “la gente teme más al aislamiento que al error”, para explicar por qué nadie defendía a la Iglesia católica a fines del siglo XVIII.
De manera que no sólo hacemos caso a lo que opina la mayoría, sino que, al hacerlo, somos capaces de dejar a un lado nuestras propias opiniones, o al menos a callarnos, si difieren de las mayoritarias, por miedo a ser excluidos o aislados y también porque tendemos a ponernos de parte del bando ganador.
Para nuestra autora, Directora del Instituto de Demoscopia de Allensbach y Profesora de la Universidad de Maguncia, el miedo al aislamiento, al rechazo social, sería la fuerza que pone en marcha la Espiral del Silencio, pues nos reconforta sentirnos formando parte de un grupo social y si nuestras opiniones no son las aceptadas por los miembros del grupo, tenderemos a callarnos para que nos sigan tolerando como partícipes. De forma que, para evitar sentirnos aislados en la vida social, somos capaces de ocultar nuestros propios juicios, señalando que en la formación de la Opinión Pública, o más precisamente, un determinado “clima de opinión”, interviene una cierta presión por parte de lo comúnmente admitido o aceptado por la mayoría en un determinado momento. Es lo que Noëlle- Neuman llama “la presión hacia la conformidad”. Todas las sociedades, en mayor o menor medida, ejercen esa presión sobre los individuos.
Para desarrollar su teoría recurre a varios términos: Declaraciones Públicas, Percepción selectiva y Percepción Cuasi Estadística.
En la vida social no basta con tener formada una opinión, sino que se precisa hacerla pública, es decir, sacarla de la esfera privada al espacio compartido, utilizando los medios de difusión que las tecnologías de la comunicación ponen a nuestro alcance. En pequeños círculos también la dinámica de la Espiral del Silencio puede activarse, pues exponer en voz alta ante otras personas una idea o una posición, especialmente en temas controvertidos, puede acarrearnos consecuencias de aislamiento o exclusión de dichos grupos, aunque no se desenvuelvan en la esfera de lo que consideramos “lo público”. Podemos silenciar nuestras opiniones en el mundo profesional, o entre nuestras amistades o conocidos, en un momento dado, con el fin de evitar disonancias o conflictos que pudieran perjudicarnos.
Mayor trascendencia tiene cuando se trata de expresar nuestras opiniones en público, ante la sociedad, pues en ese caso nuestra preocupación será mayor, por las repercusiones que puedan tener nuestras expresiones, en lo que atañe a nuestra reputación o prestigio.
Es la manera de denominar a nuestra capacidad para seleccionar lo que nos interesa y lo que no, o para dejarnos llevar o no por lo que los demás hagan o digan. Si estuviese continuamente activada, no cambiaríamos nuestras posiciones dijeran lo que dijeran los demás. Pero no todos somos tan firmes en sostener nuestros puntos de vista y además vivimos en una sociedad donde el cambio, la búsqueda de “lo nuevo” está presente de manera casi compulsiva, con numerosas invitaciones a cambiar nuestras costumbres, o hábitos, a probar objetos, cosas, experiencias nuevas, a dejar de lado nuestras “lealtades”. El lenguaje persuasivo de la publicidad, o de la propaganda, continuamente nos invita a cambiar de opinión, siguiendo las propuestas que se nos ofrecen para el consumo, o para apoyar determinadas decisiones políticas. Es decir, que la percepción selectiva, que podría disminuir la influencia de los medios masivos en la toma de posiciones de los individuos, en realidad está mermada por la presión de las modas, las tendencias y el ambiente social en general.
Quiere decir que las personas están observando continuamente, de forma consciente o inconsciente, los acontecimientos y sus significados y alcances. Y no lo hacen de manera pasiva, sino evaluando cuáles son las opiniones predominantes, de tal manera que somos capaces de decir qué interesa a la gente, o si una determinada actividad sería rechazada o no por “la gente”, otorgándole una especie de valor “cuasi estadístico”, aunque no lleguemos a apoyarnos en estudios sociológicos, o encuestas. En este juego intervienen los medios de comunicación y todo el sistema que los sostiene, que se esforzarán en difundir determinados puntos de vista, sabedores de que la percepción cuasi estadística de las personas cuenta para su formulación con lo que se publique en los medios de comunicación, verdaderos instrumentos de control de la opinión en las sociedades y creadores de “climas de opinión”.
En resumidas cuentas, el clima de opinión depende en cada momento de quien hable y de quien calle, porque vamos a considerar que las opiniones que se hacen públicas son las únicas que merecen tenerse en cuenta.
No disponemos de espacio para explicar la metodología de investigación con la cual la socióloga alemana llegó a medir hasta dónde llega la capacidad de las personas para unirse a la opinión mayoritaria, sin tener en cuenta las propias percepciones y convicciones e interpretar lo que piensan los demás sobre determinados asuntos sujetos a la discusión pública. Hay que decir que sus métodos fueron muy precisos y originales y marcaron un hito importante en la investigación de las Ciencias Sociales.
Con esta metáfora, E. Noëlle-Neuman describe los procesos de formación de la Opinión Pública que se expresan en los cuatro supuestos de la Teoría:
Dejemos que sea la propia autora quien explique su teoría como mecanismo psicológico y social: “Éste es un principio dinámico conforme al cual la opinión pública emerge o se desvanece. El proceso es puesto en marcha porque un valor, una costumbre, un hábito, o una constelación de poder llega a ser atacado como resultado de descubrimientos, cambios de las condiciones de vida, crisis, cambios de poder, o el surgimiento de una conciencia alarmada. Sienten que una esfera particular está a punto de perder su carácter inocuo». Ante esta situación, puede ocurrir que alguien esté de acuerdo con esa opinión, o bien que no lo esté y sienta que se está desmarcando de lo que empieza a ser admitido, por lo que se muestra cada vez más cauto.
A continuación, sigue explicando: «Pero según el primero va hablando seguro de sí mismo, mientras los demás cada vez se muestran más y más cautos, el primero o los primeros parecen estar más fuertes a la luz pública, mientras los otros aparecen más débiles de lo que en realidad son. Esto anima, de nuevo, a que cada vez más gente se manifieste públicamente en conformidad con el espíritu del tiempo, lo cual origina justamente que los demás se vayan hundiendo más y más en el silencio hasta que los primeros dominan totalmente la vida pública, mientras los otros están completamente apagados excepto un pequeño núcleo. Esto es lo que quiere ilustrar el término espiral de silencio. Y a partir de estos procesos que pueden contemplarse empíricamente, he derivado la definición de opinión pública con la que trabajo: las opiniones públicas son las que están en la esfera de la controversia que una persona puede expresar en público sin aislarse”.
Pero la Espiral del Silencio, como fenómeno social, no es algo estático, sino dinámico y puede cambiar de orientación. La clave se encuentra en ese “pequeño núcleo”, que resiste manteniendo sus puntos de vista, que no teme al aislamiento, ni a estar contra corriente de la mayoría. Este núcleo no admite que se le reduzca al silencio y se decide a expresar sus opiniones abiertamente, iniciando un movimiento en sentido contrario al de la espiral de silencio. Noëlle-Neumann, que siente especial simpatía por este grupo, dice que son “vanguardistas, herejes y disconformes: los desafiantes de la opinión pública, los pioneros, los innovadores, los quijotes.” Gracias a quienes no tienen miedo a que se les aísle, las sociedades avanzan.
E.Noëlle-Neuman advirtió que todos los pensadores que han presentado nuevas propuestas en su tiempo han tenido que padecer los efectos de no compartir las opiniones de la mayoría y ponía los ejemplos de Erasmo de Rotterdam, Maquiavelo y Montaigne, aunque habría muchos más. Los que fueron capaces de sostener sus puntos de vista, con la convicción de estar contribuyendo al bien común, fueron capaces de vencer la Espiral del Silencio y hacerse oír en medio del ruido social.
“La oportunidad de cambiar o moldear la opinión pública está reservada a quienes no temen que se les aísle”, manifiesta nuestra autora, sugiriendo que el problema no está solo en el aislamiento al que la sociedad somete a quienes no piensan como la mayoría, sino en el miedo a ser rechazados, que afecta a muchos individuos con tal intensidad que se sienten obligados a guardar silencio para no sufrir el rechazo de los que participan en el clima de opinión dominante. Diciendo y haciendo lo que es impopular, produciendo un choque, ellos -como vanguardia o núcleo- pueden conducir sus ideas a la supremacía… Ésta es la primera conclusión que puede derivarse de este análisis de los procesos de la opinión pública. La segunda es: “Si la opinión pública funciona como la describo aquí, entonces cualquier persona con una convicción seria debe decidirse a mostrarla públicamente”. Si se deja caer en el silencio cuando las cosas se vuelven controvertidas, cuando está en riesgo de aislarse a sí mismo, el individuo contribuye al declive de sus propias convicciones, de acuerdo con el mecanismo psicológico-social de la espiral del silencio. Pero no debemos creer que resulta fácil actuar en contra del mecanismo de la espiral del silencio. Pues, en palabras de Madison, “El hombre es tímido y cauto”… »
Tomemos las dos conclusiones fundamentales del trabajo de la pensadora alemana: “La oportunidad de cambiar o moldear la opinión pública está reservada a quienes no temen que se les aísle”. Quienes no tienen ese temor son aquellos individuos que no dependen de las opiniones ajenas para sentirse bien, pues tienen su propio acervo de ideas y proposiciones. Cabe considerar que los introvertidos están mejor preparados para no sentir ese temor, pues saben crear estrategias para alimentar su mundo interno sin verse afectados.
Pero la segunda conclusión de Noëlle-Neuman nos ofrece otro matiz interesante: “Si la opinión pública funciona como la describo aquí, entonces cualquier persona con una convicción seria debe decidirse a mostrarla públicamente”. En este punto no basta con resistir el miedo al aislamiento, o al aislamiento mismo, propio de los tipos introvertidos. Los intuitivos tienen aquí un papel preponderante, especialmente los extrovertidos, pues su dinamismo y su capacidad para encontrar caminos les van a servir para encontrar la mejor manera de hacer valer sus opiniones y proponer sus ideales.
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Bibliografía
Jung, C.G. (1985): Tipos psicológicos. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.
Noëlle-Neuman, Elizabeth. (1995): Espiral del Silencio. Opinión Pública, nuestra piel social. Paidos. Barcelona.
Valbuena de la Fuente, F..(1997): Teoría General de la Información. Nóesis. Madrid
Mª DOLORES F. FÍGARES
Periodista, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, y doctora en antropología, por la Universidad de Granada.
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